Por Esteban Aguirre
@mandibula.py
Estamos a minutos de empezar el servicio de una cena de varios pasos pensada para selectos foodies. Una cena del imaginario de Rodolfo Angenscheidt y un invitado especial de las tierras de Neruda, un muchacho llamado Gustavo.
Nos sentamos a charlar con Gustavo Saéz, chef pastelero de 99 restaurante, que como dice su página: “El restaurante 99 no es ni grande ni elegante, pero es considerado el mejor de Chile”, es un 50 best que anda dando que hablar hace ya tiempo. En el caso de Gustavo, si te tengo que explicar quien es, es porque te falta usar tu “guglear” más a menudo. Podemos resumirlo en jerga chilena: “este watoncito sabe lo que hace cuando le pedís una torta culiada”.
Le pregunto a Gustavo si se anima a resumir al Paraguay en una palabra, en una sola visita, en solo 48 horas de conocer nuestro país. Acepta el desafío con ganas y dice: “Rodolfo”. De esta manera, el Chapori —como embajador del Paraguay que él proyecta con sus recetas— suma a dos nuevos entusiastas del país de la sopa dura, Gustavo y Enzo Hiche, maestro panadero y Robin de este Batman, que es mejor definido por la frase “más bueno que el pan”. Profesionales, jóvenes y laburantes. Básicamente, lo que se debe ser para ser feliz y triunfante en este rubro de masas “conchaesumare”.
Esta noche propiciada por la idea de un hashtag que dice #AmexForFoodies es un ejemplo interesante del potencial cohesivo de la gastronomía a nivel mundial, pero que todavía busca conectar con comensales que verdaderamente son foodies desde el paladar y no el status, nicho que hoy las marcas naturalmente buscan en su clientela.
Imagino que es un proceso natural de desarrollo de hábito de consumo, dar continuidad a una buena idea como esta y a más oportunidades de celebrar la competencia, mediante la colaboración de mentes culinarias que oportunamente puedan ensalzar el terruño de cada país.
En ocasiones como estas siento el deseo de los mejores augurios para una idea hecha hashtag, con el celo natural de suegro nuevo. Nunca se pierde la esperanza de ver a los fabricantes de tendencias (las marcas) enfocarse más en el dulce de leche repostero de una idea y no en el superficial chantilly de su propio potencial (nos parece propicia esta analogía pastelera para la ocasión; más corazón menos carcaza).
Me animo a decir que el resumen de esta noche yace en el bocado de la “Declinación de la zanahoria” como uppercut de Angenschteidt, que dejó a las papilas expectantes del rotundo cierre y cross final de Saéz, el cual llegó de la mano de una tarta de mburucuya y mango con helado de piña y cedrón, que, como me dijo Enzo: “¡Weon, me hace acordar a estar aquí!”.
¡Salú!
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