Visitamos Trinidad, Hohenau, Obligado y Bella Vista, cuatro de los nueve distritos que conforman el Ka’a Rape o Ruta de la Yerba Mate, para conocer la cultura que se desprende de este legado guaraní.
Texto: Micaela Cattáneo
Fotografía: Nadia Monges
Agradecimientos: Hotel Encanto Rural y Restaurante El Vagón.
A veces pienso que el tereré se asemeja al trabajo de un actor. Les explico porqué. Sabemos que quien dedica su vida a la actuación es capaz de interpretar la personalidad de mil y un sujetos. De la misma forma, nuestra bebida nacional por excelencia, según el escenario que le toque, puede ser una experta autora de identidades.
Durante el transcurso del día la yerba mate se pone en la piel de varios personajes: el tereré albañil, el yerador, el pantano, el tradicional, el estomacal, el diurético, entre otros. Cada versión es única, incluso la más clásica —aquella que no lleva remedios yuyos (menta’i, cedrón, etc.)—, porque es esta la que dio origen a la cultura de la guampa, el termo y la bombilla.
Si hoy los paraguayos podemos tomar tereré es gracias a los guaraníes. La historia escribe que las comunidades indígenas que vivían en las reducciones —a cargo de los sacerdotes de la compañía de Jesús— bebían la infusión de la yerba mate en porongos, los cuales eran compartidos en rondas durante la jornada de trabajo.
Al principio, este ritual era mal visto por los jesuitas, ya que creían que esta planta —extraída de la selva— era adictiva. Con el tiempo descubrieron que la yerba mate tenía propiedades medicinales y que como bebida era un incentivo para los guaraníes. Por eso los sacerdotes ordenaron cosecharla, para encontrar un valor comercial en el nuevo producto.
En el siglo XVIII la Misión de Trinidad fue pionera en producción de yerba mate, por lo que las cosechas se enviaban al Alto Perú, como trueque, a cambio de metales preciosos como el oro y el bronce. Además, algunos paquetes viajaban hasta el viejo continente como forma de pago (tributo) a la corona española.
La guía turística de esta reducción, Adriana Portillo, cuenta que las rondas de tereré también estuvieron presentes en las reuniones que se hacían en la plaza los domingos después de la celebración en la Iglesia Mayor, y en las fogatas nocturnas de los guaraníes, ocasión donde los padres transmitían las enseñanzas a sus hijos.
Y es que esta historia empieza en la Misión de La Santísima Trinidad de Paraná. En este distrito de Itapúa, específicamente en estas 8 hectáreas de reducciones conservadas, comienza este viaje a la esencia más pura de la yerba mate.
En busca del oro verde
El Ka'a Rape (Ruta de la Yerba Mate) es un recorrido turístico que fusiona la naturaleza, la fauna, la ciencia, la tecnología, las costumbres y las tradiciones en torno a la yerba mate. El paseo incluye a nueve ciudades de Itapúa: Encarnación, Capitán Miranda, Nueva Alborada, Trinidad, Jesús, Hohenau, Obligado, Bella Vista y Capitán Meza. Cada una de ellas está vinculada —a través de algún atractivo, relato o actividad— a la cultura de esta infusión.
Si bien la Comisión Ka'a Rape —compuesta por emprendedores turísticos y empresarios vinculados a la yerba mate— está trabajando en la regularización de este proyecto, los servicios turísticos están disponibles, por lo que es posible realizar el itinerario por cuenta propia. El reto de nuestro medio: conocer la mayor parte de este recorrido en menos de 24 horas.
La primera visita fue a las Reducciones Jesuíticas de Trinidad. Luego de atravesar el arco de bienvenida, volvimos a 1706, año de creación de esta obra arquitectónica. Inmersos en esa época, la historia de las misiones —contada más arriba— se fue construyendo a lo largo de los 60 minutos del recorrido.

La entrada a esta reducción cuesta G. 25.000 para extranjeros, G. 15.000 para paraguayos y G. 5.000 para itapuenses. Este acceso tiene una validez de tres días e incluye el paso a las otras dos Misiones Jesuíticas del departamento, al recorrido cultural de luces y sonidos de la Misión de Trinidad, a la proyección de video mapping de la Misión de Jesús y al observatorio astronómico de la Misión de San Cosme y Damián.
El arte de hacer yerba mate
La segunda parada fue en el Parque Ing. Alfredo Sitzmann, en Hohenau. Este espacio verde de más de 26 hectáreas —que lleva ese nombre en homenaje a quien murió mientras alimentaba a los peces de la laguna— guarda en sus rincones los instrumentos tradicionales con los que se producía yerba mate, tiempo atrás.
En escena aparecen una máquina de sapecado para reducir la humedad de la cosecha, también un horno piramidal —en el interior de una casona alta de madera–, donde se secaban las hojas de yerba mate. Y en una sala paralela, el molino de madera que trituraba las plantas a través de los movimientos circulares de un buey.
La señora Ilone Altenhofen, quien dirigió nuestra estadía en este lugar, es hija de uno de los colonos alemanes que se dedicaba al rubro yerbatero. Ella recuerda que, de niña, sus padres no la dejaban acercarse a la casona que albergaba el horno, por precaución, pero que todos los hermanos, de alguna forma, ayudaban en las tareas de campo.
La replica de la casa de los inmigrantes alemanes, ubicada dentro del lugar, está a 100 metros de donde nos cuenta esta anécdota. La mira y nos invita a conocerla. Una vez adentro, las historias fluyen. “Éramos felices”, repite. Este parque respira memoria todo el año, más aún en setiembre, cuando se vuelve sede de la fiesta de las colectividades, celebración que reúne la cultura y gastronomía de diversos países del mundo.
Operación yerbateras
La tercera cita evidencia el movimiento de un sector que fue in crescendo. Hicimos escala en Obligado, en la fábrica de Yerba Mate Colón. La jefa de laboratorio, Marta Maeda, nos acercó a ese laberinto de aromas. El ruido de las máquinas que hoy muelen y envasan las hojas no fue un obstáculo para entender cuál es el secreto del sabor que todos los días llevamos al paladar. “La yerba debe estar estacionada por dos años”, asegura.
El proceso es el siguiente: cosecha, secado, estacionamiento en depósitos, molino y dosificación. Los aparatos que se encargan de este último paso son como embudos gigantes que separan palos, hojas —en sus distintos tamaños— y polvo. “Cuanto más polvo tiene la yerba, más fuerte será su sabor”, confiesa Maeda, y abre un paquete recién envasado para comprobar esa diferencia.
La segunda escala fue en la capital nacional de la yerba mate, Bella Vista, donde están ubicadas dos importantes yerbateras del país: Pajarito y Selecta. Ambas, además de la producción de la infusión, ofrecen dos atractivos que fortalecen la idea de que la experiencia con el “té de los nativos” va mucho más allá.
Pajarito inauguró el Museo Casa Raatz, a una cuadra de la fábrica. Se trata de la primera casa de la familia propietaria de la marca, que aún mantiene en pie muebles, utensilios, estampillas, obras de arte de los años 50, e incluso, el primer camión de la empresa. El tour sorprende hacia el final cuando un cartel que dice “aquí no se vende lo que usted quiere, pero pregunte” se hace visible en el almacén donde los Raatz vendían “de todo”. “Si la gente pedía algo que no tenían en stock, ellos mandaban a buscar los productos para sus clientes”, menciona la guía.
Por su parte, Selecta propone un cierre inmejorable: estar en contacto con la fauna y flora del predio donde nace su producto. A la cosecha que ocurría en vivo y en directo mientras caía el sol, se sumó la visita a la Reserva de Bella Vista, un camino de 6 kilómetros de largo que ofrece fotografías inolvidables de la selva, telarañas con personalidad a cada 10 pasos y una orquesta de animales que provocaban que uno quiera identificarlos.
La ruta gastronómica
Todavía quedaba tiempo para probar las dos recomendaciones que nos habían hecho en el transcurso del día: el helado y la cerveza de yerba mate. El primero lo conseguimos en un lugar llamado SisoDi, ubicado a la salida de la Misión de Trinidad. El postre era muy fresco y no se percibía amargor en su sabor. “Le agrego cítricos (como cáscara de naranja) para que no sea fuerte”, reveló la dueña, quien sueña con crear helados de manzanilla y arroz con leche.
La cerveza la compramos en una cervecería artesanal llamada Alle Zusammen, a G. 12.000 el vaso. Su sabor exponía una mezcla interesante y poco común para el paladar, pero digno de ser degustado en dos o tres tragos, como máximo. Excepto para quienes no le temen a la mateína.
Hay una ruta más
Y no es la que nos traía de vuelta a casa ni la que conecta a todos los distritos de Itapúa, sino la que une el trabajo de quienes quieren potenciar el turismo a partir de esta bebida tradicional. “Cada Comisión Ka'a Rape dio un paso, pero el proyecto aún debe formalizarse”, explica Connie Bronstrüp, presidenta de la actual comisión.
Y agrega: “Hace falta visión para generar un rubro. Necesitamos del municipio para crear los accesos y la protección para el turista, y de la inversión del sector privado para poner en marcha el proyecto. Estoy segura que ambos aportarán, porque es el camino para generar más fuentes de trabajo. La idea es que cada yerbatera, y cada distrito, muestre algo diferente, porque no podemos mostrar lo mismo todos. El Ka'a Rape tiene un objetivo claro: enseñar sobre la cultura de la yerba mate”.
Más información sobre el circuito turístico de la yerba mate se encuentra disponible en Mate Róga (Avda. Marcial Samaniego e/ Ruta Sexta Km 45, Bella Vista, Itapúa), teléfono: (0767) 240-724.
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