Texto: Micaela Cattáneo
@micaelactt
Nine es el nuevo disco de la banda de pop punk, Blink-182. La primera lectura del título da a entender que se trata del noveno álbum de estudio del grupo, pero técnicamente es el octavo. Por decisión del baterista Travis Barker y el bajista Mark Hoppus, el álbum se llama así, más allá de que algunos no cuenten a Buddha como un número dentro de la discrografía. “9 también es la cantidad de amor universal, y el número de urano”, agrega Hoppus.
En Nine, Blink-182 presenta un universo donde el pop da las órdenes y el punk, las acata. Para mí, no muestra una evolución conceptual, pero sí en la identidad del grupo. Mientras que en Cheshire Cat (1995) —uno de sus primerísimos álbumes— suenan a jóvenes ensayando en un garaje, a banda que hace ruido para molestar a los vecinos, en esta proponen un concepto más maduro, hasta “paternal”, porque quieren legar algo.
El disco no suena a nostalgia, a Enema of the state (1999) —el disco que los llevó al éxito—, pero sí a moda, porque no esquiva el autotune, la captura de la época musical con la que se fueron encontrando en el camino. El disco nueve, que es ocho, trae canciones con mucha energía y una portada súpercolorida. Y este nueve, que es ocho, en algún momento ¿se convertirá en diez?
Canción necesaria:Happy days, porque es el escáner de lo que cuenta todo el disco.
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