Este año se cumplen 40 años de una locura cinematográfica que desquició a todos los que participaron de ella y convirtió el set de rodaje en un infierno en la tierra. Apocalypse Now es uno de los clásicos modernos más alabados de la historia del cine y una de las películas emblemáticas de su director, Francis Ford Coppola.
Texto: Luis Ríos
@nosoyunvampire
El primer plano de esa jungla vietnamita automáticamente nos transporta a un calor húmedo excesivamente pesado, al cual los paraguayos estamos acostumbrados. Capaz ya estamos en el apocalipsis y nadie nos avisó.
El helicóptero de refilón y la apoteósica destrucción. Todo narrado con la voz rendida de un amigo cercano del director: Jim Morrison y su The End, la canción que cerraba su primer disco 12 años atrás. Uno de los cuadros más hermosos en la historia del cine bélico.
Borracho, casi desnudo, volviéndose loco lentamente y llevando el Método al extremo —un hasta entonces desconocido– Martin Sheen realmente habita al personaje del Capitán Benjamin L. Willard. Mientras espera órdenes en una habitación de hotel de Saigón, se mueve como una serpiente alrededor de la habitación, realizando movimientos de karate. Finalmente se ve a sí mismo en un espejo, y repelido por la visión, rompe el cristal. Mientras su mano brota, se unta la sangre en la cara y el cuerpo.
Era el cumpleaños número 36 del actor, y en aquella escena, el director Francis Ford Coppola mantuvo la cámara en movimiento. “Me sorprendió, no podía soportarlo ", dijo Sheen al periódico The Guardian en 2001. La escena refleja la locura improvisada impulsada por el alcohol y las drogas, elementos que marcaron el arco narrativo de la película y el caos detrás de la producción misma. Así arrancaba Apocalypse Now, una película que se alzaría con dos premios Óscar y la Palma de Oro del Festival de Cannes de 1979.
Considerada una de las mejores películas de guerra de la historia, en agosto de este año se cumplió el 40 aniversario de su estreno. Es una de las películas más profundas y movilizadoras del cine en el siglo XX. Martin Sheen, Marlon Brando, Robert Duvall, Lawrence Fishburne, Dennis Hopper y Harrison Ford integraron el elenco.
La historia de esta película comenzó una década antes de su estreno original. En 1969, el guionista y director John Milius y un tal George Lucas le pidieron ayuda a Coppola para preparar un guion acerca del calvario estadounidense en Vietnam.
Coppola no tenía experiencia en el tema, pero sugirió utilizar la estructura de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas (1899), sobre el viaje por un río africano de un marinero en busca de un misterioso traficante de marfil, como marco narrativo. Apocalypse Now cambió el África colonial por la jungla vietnamita, el marinero por un capitán del ejército estadounidense y el traficante por un coronel rebelde, en plena guerra de Vietnam.
Warner Brothers le ofreció a Milius 15 mil dólares por un primer borrador y en seis semanas, el guion estuvo escrito. Tiempo después, la Warner canceló —sin razones publicitadas— todos los proyectos que tenía con Coppola. El perjudicado entonces se propuso realizar el film de manera independiente. En 1975 comenzó a buscar inspiración para reescribir el guion en base a dos textos del periodista Michael Herr, que había cubierto la guerra desde el frente.
Steve McQueen, Al Pacino, James Caan, Jack Nicholson, Gene Hackman y Robert Redford rechazaron formar parte del elenco por cuestiones monetarias, incompatibilidad con otros compromisos previos o desazón ante la perspectiva de filmar en una exótica locación.
De hecho, el rodaje realizado en las Islas Filipinas estuvo lleno de complicaciones. Cuando Coppola la presentó en el Festival de Cine de Cannes comentó: “Ésta no es una película sobre la Guerra de Vietnam, esto es Vietnam”.
A pesar de su negativa inicial, Marlon Brando —quien de la mano de Coppola ya había inmortalizado a Vito Corleone en El Padrino y venía de interpretar a Jor-El en la primera Superman (que lanzó a la fama a Christopher Reeve un año antes)—, fue el único que firmó un contrato. Ahí nació la leyenda del loco coronel Kurtz.
La película se hizo ante un aluvión de contratiempos que —quien sabe— pudieron haberle dado el cariz a las actuaciones, al producto final y convertirla en leyenda. Y es que la tensión ronda en todo momento y conforme va avanzando la trama, el espectador se siente más sofocado.
Existen detalles que pasaron a ser parte de la cultura popular, como el pequeño discurso del Teniente Coronel William ‘Bill’ Kilgore (Robert Duvall) a un soldado y la famosa frase: “Amo el olor del Napalm en la mañana”. O los helicópteros del Noveno batallón de la Primera División de Caballería Aerotransportada bombardeando un poblado vietnamita, con la música Cabalgata de las valquirias de Richard Wagner de fondo, tal como los audiovisuales de la Luftwaffe, para instrucción de los cadetes.
Otra escena memorable es aquella en la que Willard es llevado ante Kurtz para ser interrogado, donde se produce una combinación de luz y sombras que ocultan parcialmente el rostro del coronel, simbolizando el lado bueno y el lado oscuro del corazón humano.
De hecho, la película trata en su trasfondo sobre los procesos mentales y morales que se producen en personas sometidas a condiciones adversas, y cómo estas condiciones afectan de manera diferente a cada uno de los personajes que aparecen, en función de su personalidad, sus actos y su conciencia.
La travesía por el río se convierte así en un descenso a los infiernos para los tripulantes de la lancha. Finalmente, Willard logra encontrar la guarida de Kurtz (la inscripción "Apocalypse Now", que da título a la película, puede verse cuando Willard llega al campamento de Kurtz, en una pared tras la multitud que lo recibe), que se comporta como un Buda despótico idolatrado por una tribu de la jungla. Willard es llevado preso, pero se gana la confianza de Kurtz y es puesto en libertad, siendo testigo de las últimas voluntades de un Coronel que (loco) mantiene la lógica en sus razonamientos.
Pasaron cuatro décadas, pero ahí están esos hombres y nombres rondando las cabezas de directores, productores y actores, exigiendo que su recuerdo sea utilizado casi como un manual de estilo para garantizar la victoria en batalla filmográfica.

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