Con frecuencia escuchamos la frase “la educación escolar no funciona”. ¿Qué es lo que acontece con la didáctica impartida de manera tradicional dentro de las aulas? Analizamos algunas de las nebulosas e interrogantes que enfrenta el sistema educativo escolar en la actualidad.
Texto: Matías Irala
En el año 1982, la película The Wall —del director Alan Parker, basada en el disco de los rockeros británicos Pink Floyd— mostraba una escena de niños vestidos con trajes escolares camino a una máquina moledora de carne, para convertirse en una misma masa. Con un análisis altamente metafórico, la canción Another Brick in the Wall de los Floyd pretendía sentar una profunda crítica sobre la educación escolar, su adoctrinamiento sistemático y su poca empatía para desarrollar las cualidades personales del alumno.
Tradicionalmente, la escuela ha sido vista como el centro del desarrollo del proceso educativo formal. Si reparamos en su importancia, es la organización social de mayor valor en la formación de los individuos que la sociedad requiere. Entonces, ¿por qué se habla de una revisión de los mecanismos tradicionales de su pedagogía?
Uno de los cuestionamientos sobre la educación escolar actual, es que sigue desarrollándose bajo esquemas repetitivos, memorísticos, sin significados para el alumno, quien culmina su proceso educativo sin lograr aprender realmente ni traducir los conocimientos a situaciones concretas de su cotidianidad. En definitiva, egresa sin saber qué aprendió ni para qué sirven los conocimientos adquiridos.
“Si analizamos el mapa de la educación en nuestro país, recién establecemos 30 años de enseñanza basada en calidad democrática. Para plantear las problemáticas que afectan al aula, debemos reparar que nuestra institución ministerial carece de estabilidad, culpa de las transiciones gubernativas que terminan afectando las planificaciones y el desenlace de proyectos educativos que mejoren su dinámica”, explica Óscar Charotti, director ejecutivo de Juntos por la educación.
Para los especialistas del área, el desarrollo de la educación a través planteamientos curriculares, el cumplimiento de ciertas actividades y el control estricto de secuencias pedagógicas terminan por convertir el aprendizaje en un proceso tedioso y poco empático que no contempla totalmente al núcleo fundamental del proceso: el alumno.
La responsabilidad final de educar recae en el docente, quien muchas veces se ve limitado. “Reparemos que el principal actor para forjar el aprendizaje dentro de las clases —el maestro— se encuentra sujeto a las problemáticas heterogéneas, tanto personales como del alumnado. A esto hay que agregar que a veces las condiciones de infraestructura no son las mejores. El educador debe ecualizar todas estas situaciones y volver funcional el desarrollo del programa escolar para que pueda gestarse. No se puede entonces, de momento, exigir al docente local una atención más individualista y pormenorizada de acuerdo a la realidad del alumno, ya que las incertidumbres del contexto muchas veces afectan el desarrollo del aprendizaje dentro del aula”, afirma Charotti.
Otro llamado de atención en el proceso escolar, es el que revela sus profundas grietas cognitivas ¿Cómo se entiende esto? Considerando que estamos en plena era de la información y del avance álgido de los medios digitales, muchos docentes siguen apegados a esquemas tradicionales de enseñanza dentro del aula. Para algunos teóricos, las sociedades se encuentran en constante cambio y los aportes tecnológicos hacen que esto sea tan rápido, que la escuela difícilmente puede equipararse a esto. En consecuencia, la enseñanza dentro del aula siempre estará retrasada y el alumno finalmente no logrará apropiarse de conocimientos actualizados o confiables ¿Cómo se aplica esta tesis en nuestro país?
Para el docente de filosofía Raúl Acevedo, esta conclusión es un poco precipitada. “Me es un poco complicado asumir que las sociedades cambian más rápido que los sistemas educativos y lo digo porque generalmente la sociedad viene atada a ciertas prácticas educativas, donde se interrelacionan. Por ejemplo el Normalismo —corriente educativa que tuvo su auge en Argentina y se expandió como formato educacional en la región— de los primeros años del siglo pasado en Paraguay tiene directa relación con la visión imperante de aquellos años, es decir la liberal. Yo pensaría, al menos desde mi punto de vista, qué desplazamientos se están dando en la sociedad. Es sabido que nuestra educación en muchos aspectos es súper atrasada, pero atrasada en comparación a un exterior —países extranjeros—, pero eso no es todo, hay que agregar el interés político-social por disciplinar nuestros pensamientos, desde la instauración de cierto discurso actual”, señala.
Derribando paredes
Otro punto que pesa sobre las prácticas dentro del aula, es que muchas veces se descuida la construcción de relaciones, pese a la necesidad actual de propiciar la cooperación, la solidaridad, el encuentro y el trabajo en equipo para sustentar el desarrollo de las relaciones interpersonales entre los alumnos.
Se mantiene entonces el esquema de una educación individualista, posiblemente sectaria, en que la división o la ausencia de unión resulta conveniente al propio sistema como dispositivo de control.
La tesis piramidal del maestro por encima del alumno, como plantea la película The Wall —en donde se refuerzan las actitudes del alumnado en función a un estímulo conductivo para calificar o adiestrar su desempeño— hoy nos parece totalmente descabellada. Pero si analizamos a profundidad, sigue vigente aunque de una manera mucho más suave, basada en criterios cuantitativos y a una escala numérica que, de alguna u otra forma, etiqueta al estudiante, quien relaciona el número con la manera en es percibido entre el grupo, el docente y la institución.
“Me gusta pensar en la educación en en términos de “disciplinamiento”, porque el Conductismo no muestra la complejidad de las cosas, sólo ve la punta de iceberg. Entonces, se puede evaluar de dos formas la manera en que nos educan. Primero, actualmente hay una especie de enfatización hacia una educación que a futuro conlleve a un trabajo de automatización rápido. Y si aprender es eso, lo están haciendo muy bien. Claro, porque eso es más que funcional al status quo. Segundo, si todo aprendizaje tiene relación con una actitud crítica, con una formación del famoso espíritu crítico, digamos que vamos muy mal. Justamente por lo dicho en el punto uno. No encontramos una respuesta para este hecho, tal vez por el grado de dificultad para pensar ahora mismo las cosas, porque a veces la certeza ya se encuentra agotada y en términos pedagógicos se hace peor”, critica Acevedo, a la vez que nos deja esta pregunta: “¿Cómo enseñar a ser libres sin coartar la creatividad?”
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