Las vacunas son primordiales porque protegen al niño de diversas enfermedades. Y aunque existen grupos de personas que están en contra, ponerle todas las dosis recomendadas antes de los dos años es la mejor manera de resguardar a un chico.
Texto: Nora Vega
Todos los padres queremos que nuestros hijos crezcan sanos y salvos. Esto es un hecho. Desde el día uno nos esmeramos en hacer todo lo que está a nuestro alcance para cuidarlos, y a medida que van creciendo, vamos cambiando el estilo de vida para protegerlos en todo sentido. Así que, si queremos resguardarlos de las enfermedades, lo mejor es vacunarlos como tiene que ser.
Cuando un bebé nace tiene protección natural gracias a las defensas que su madre le pasó durante el embarazo y la lactancia. Pasado un tiempo, esta inmunidad pasiva desaparece. Las vacunas, de alguna manera, son las encargadas de enseñar al cuerpo a defenderse de virus y bacterias. Es así como el sistema inmunitario aprende a reconocerlos y a atacarlos eficazmente en el futuro.
Si todas las personas de una comunidad se vacunan, ayudan a prevenir la propagación de enfermedades y a retrasar o detener el avance del brote de una enfermedad. La decisión de proteger a un niño con vacunas también va a proteger a toda la familia, a los amigos y a los vecinos.
A veces, uno puede pensar que las enfermedades como la poliomielitis son del pasado, porque no se escuchan muchos casos últimamente. Pero los brotes existen y en cualquier momento puede resurgir la enfermedad, como ocurrió con el sarampión en Estados Unidos y en España.
Enfermedades que antes arrasaban con cientos de vidas han sido controladas y hasta erradicadas gracias a las vacunas. Cada una está diseñada para enseñarle a su sistema inmunitario cómo combatir ciertos tipos de gérmenes y las enfermedades graves que provocan. Las vacunas salvan vidas y esto es algo que la ciencia se ha encargado de comprobar una y otra vez.
Un aspecto muy importante vinculado a la seguridad de las vacunas es conocer las precauciones y contraindicaciones de cada una, con la finalidad de evitar situaciones que puedan poner en riesgo al paciente. El profesional que las administra es el responsable de dar a conocer tanto las contraindicaciones como las precauciones vigentes.
Todas las vacunas tienen posibles efectos secundarios. Sin embargo, la mayoría son leves y temporales. Los efectos adversos de las vacunas se vigilan cuidadosamente. Algunas son de dosis única y otras necesitan un refuerzo o, lo que es lo mismo, varias dosis. Los padres deben verificar el libro de vacunación de sus hijos y asegurarse de que esté completo, mientras que el pediatra es el profesional encargado de quitar todas las dudas.
Pese a las advertencias, existen padres que deciden no vacunar a sus hijos. Este rechazo ha sido objeto de numerosos estudios que llegaron a la conclusión que existen dos grupos que prefieren evitar la vacunación: el primero es una población de bajo nivel socioeconómico, cuyo motivo principal es el descuido; el segundo grupo está compuesto por una población de nivel económico medio o alto, con buena formación académica y un profundo convencimiento que las vacunas no son necesarias.
Este último grupo asegura que la humanidad ha estado y estará siempre conviviendo con microorganismos y que los profesionales deberían informar ampliamente a toda persona susceptible de ser vacunada de los pros y los contras, para tomar de una forma responsable las decisiones que afectan a la propia salud.
Deberíamos evitar el exceso de confianza (de ambas partes) e informarnos de fuentes serias y respetables. No dejarnos engañar por falsas noticias y evitar formar parte de campañas que no favorezcan el diálogo. Existe una falta de conocimiento sobre el trabajo de los científicos y eso deriva en incertidumbre. Además, el poder de las nuevas vías de desinformación nos pone a todos en un grave riesgo.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que las vacunas autorizadas están disponibles actualmente para prevenir o contribuir a la prevención y control de 25 infecciones. Las vacunas pueden estar compuestas de bacterias o virus que han sido criados con tal fin, ya sea atenuándolos o inactivándolos. También pueden crearse a partir de las toxinas que producen esas bacterias o virus, o con partes de ellos que sirven para que el cuerpo las identifique sin causarle daño.
Al margen del calendario de vacunaciones infantiles y de situaciones de viaje, algunas vacunas son recomendadas durante toda la vida, entre ellas la vacuna de la gripe y también de tétanos. Según el Ministerio de Salud Pública de Paraguay, nuestro país cuenta con uno de los esquemas más completos y seguros de la región y ofrece 22 tipos de vacunas a toda la población, de manera gratuita. Más informaciones al (021) 298-640.
Tipos de vacunas
Vacunas de virus vivos atenuados: los virus están muy debilitados, de manera que no causan enfermedad, solo generan inmunidad. Por ejemplo: la triple vírica o la vacuna de la varicela.
Vacunas de microorganismos inactivados: se inocula una parte (proteínas) del virus o de la bacteria. Por ejemplo: la vacuna de la gripe.
Vacunas toxoides: se usa la toxina que causa el virus o bacteria, de forma que nos hace inmunes a los efectos dañinos de la infección y no a la infección en sí. Por ejemplo: el tétanos o la difteria.
Vacunas biosintéticas: se inoculan sustancias artificiales similares a pedazos de los agentes infecciosos. Por ejemplo: la vacuna conjugada del Haemphilus Influenza tipo B (Hib) o el virus de papiloma humano. Hoy día se están desarrollando y probando nuevos tipos de vacunas.
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